Muchos
tomaron parte en un crucero especial que se detuvo en el lugar exacto donde el
Titanic se hundió el 15 de abril de 1912.
Más
de 1.500 pasajeros y tripulantes murieron cuando el gigantesco trasatlántico,
llamado insumergible, golpeó un iceberg y se sumergió por completo menos de
tres horas después.
Hay
muchas historias, pero hay una historia que no fue tenida en cuenta por la
prensa, ni por la radio. Es la historia
de un hombre, un escocés, un cristiano llamado John Harper. Este hombre de Dios se dirigía a la Iglesia
Moody, en Chicago, donde había sido invitado para predicar durante tres meses.
Según
Baptist Press, Harper pasó sus últimos momentos tratando de salvar almas y al
menos logró llevar a un hombre a los pies de Cristo mientras ocurría la
tragedia.
Cuando
el Titanic golpeó el iceberg, Harper puso a su hija de seis años en un bote
salvavidas pero se rehusó a entrar a uno, aunque él era su único pariente con
vida.
Luego
fue entre los pasajeros hablándoles de Jesucristo. Cuando un hombre rehusó la
oferta de salvación, Harper le ofreció su propio chaleco salvavidas.
“Tú
necesitas esto más que yo”, le dijo.
Mientras
el barco comenzaba a hundirse, se escuchaba a Harper gritar: “Mujeres, niños y
no salvos a los botes!”
Incluso
luego que el barco se sumergió, Harper se las arregló para nadar hacia cuánta
gente le fue posible, rogándoles que entregaran sus vidas a Cristo.
Un
sobreviviente luego contó cómo rehusó la oferta de Harper en primera instancia,
pero se entregó a Cristo minutos después cuando el predicador nadó de nuevo
para decirle, “Cree en el Señor Jesús y serás salvo”.
El
hombre fue rescatado después y contó su historia en una iglesia de Ontario,
diciendo a la multitud, “Yo soy el último convertido por John Harper”.